Lección de humildad

Ayer como muchos días comí en el Yamaguchi, en Sangüesa, en una de mis continuas visitas a Papelera de Navarra.
El parking del restaurante estaba lleno, así que aparqué al lado de un pequeño frontón en donde un (supongo) abuelo estaba peloteando con su nieto.

Recordé entonces una historia que me paso hace unos tres o cuatro años. Por áquel entonces solía jugar los sábados por la mañana al frontón con Chema, Luisja y Manolo. (La verdad es que Chema y yo les pegabamos unas palizas, ¡¡jejeje!!). Áquel sábado, Manolo y Chema a última hora no pudieron venir, pero Luisja y yo nos metimos en la pista a pelotear. Al poco dos señores de unos 60-65 años nos pidieron entrar a jugar y echar un partidillo.

Aceptamos, y le dije a Luisja :"Suavecito, a ver si les va a dar un síncope ¿eh?"
Lo cierto es que nos untaron el morro. Recuerdo correr de lado a lado del frontón detrás de la pelotita. Recuerdo a Luisja tan desesperado como yo; y a nuestros dos contrincantes en medio de la pista, apenas sin moverse; devolviendo comodamente las pelotas; y además nos daban consejos: donde deberíamos colocarnos, donde tirar la pelota, espera, ataca ....
Nos ganaron 3 o 4 juegos.

La verdad es que fue una auténtica lección de humildad: un crecidito y soberbio recién cumplidos los treinta, batido en la cancha por un "campeón" sesentero.

(Hoy cuando en las carrera que corro, personas de edad avanzada me pasan, les paso, o corremos a la par solo puedo decir "Chapeau" y desear llegar a su edad en ese estado y con esas ganas)